Salí a la puerta principal ya que había escuchado el silbato del
cartero, abrí el buzón y revisé todo el correo. Una carta llamó mi
atención más que las otras, la separé y leí el remitente.
Era una
invitación a una cena de una pequeña empresa a la cual había pedido
información sobre sus productos por parte de mi esposo. La cena sería
dos días después, dentro de la carta venían dos boletos foliados.
De inmediato pensé en quién invitar y me vino a la mente Fernando. Lo llamé y le dije que no hiciera planes para esa noche.
El
día de la cena fui al salón de belleza, me hicieron un lindo peinado
con rizos, manicura y pedicura, después volví a casa para escoger el
vestido. Elegí uno color rojo, sencillo pero elegante, zapatos de tacón
también rojos y medias negras.
Una hora antes de la cena fui por
Fernando a nuestro café favorito, ya que su padre seguía siendo una
persona muy cerrada mentalmente y decidimos hacer de ese lugar nuestro
punto de encuentro.
Estaba vestido de traje negro y camisa
blanca, tenía la corbata en manos y cuando nos saludamos me explicó que
aun no sabía anudarse la corbata. Entramos al café y pedimos una taza de
té, el lugar de la cena no estaba cerca, pero conocía muy bien la ruta
para evitar el tránsito que se forma en una calle principal de nuestra
ciudad. Mientras esperábamos nuestros tés, le anudé la corbata y
charlamos un poco de su escuela y las clases de inglés también.
Terminamos
nuestros tés y de inmediato salimos hacia la cena. Tardamos casi una
hora en llegar, habrían sido casi dos si me hubiera ido por la ruta que
todo el mundo conoce. Llegamos al lugar, que era un hotel famoso de
aquí, preguntamos en recepción dónde se encontraba el salón de fiestas y
nos dirigimos de inmediato.
Nos atendió un joven, le di los
boletos y nos acompañó hasta nuestra mesa. Era una mesa grande, ya había
tres personas en ella, las saludamos y contemplamos el lugar. No era
nada impresionante para mí, tantos años de reuniones y cenas similares
me hicieron perder el asombro rápidamente. Pero no era el caso de
Fernando, miraba a todos lados con los ojos completamente abiertos, en
la mesa principal había una pequeña fuente, tres centros de mesa muy
hermosos con rosas rojas. Poco a poco fueron llegando más personas,
muchas de las cuales supuse llegaban tarde por la famosa ruta que se
llena de tránsito a esas horas.
El propósito de la cena era dar a
conocer el producto en nuestro país, un alimento nuevo. Antes de la
cena hicieron varias presentaciones y explicaciones de lo que ese
producto era. Una hora más tarde pudimos cenar, fue en tres tiempos.
Cuando el mesero nos atendió le pedí una copa de vino para mí y
Fernando.
Noté que Fernando tomaba y comía un poco rápido. No le
dije nada, ya que para mí era muy gracioso ver cómo la otra gente le
observaba, él ya iba en el último plato cuando muchos de nosotros íbamos
a terminar el primero.
Minutos después me preguntó dónde estaría
el baño, llamé al mesero y nos comentó que el baño se encontraba al
fondo de la planta, a la derecha del salón. Antes de ponerse de pie le
susurré que usara el baño de la siguiente planta, ya que habría menos
personas ahí. Asintió con la cabeza y se fue y medio minuto después me
levanté también.
Subí por el elevador, me quité los tacones antes
de llegar a la planta y salí, sentí el frio del suelo en mis pies pero
no me importó tanto, me dirigí al baño de hombres y abrí lentamente la
puerta. Oí el chorro que caía en el retrete, caminé lentamente y me
asomé para ver si había alguien más que Fernando en el baño. Estaba
solo.
Me puse los tacones y esperé a que saliera. Se sorprendió
al verme recargada en el lavamanos, yo meneaba mi pie izquierdo, jugando
con mi tacón. Me acerqué a la puerta simulando salir del baño, pero lo
que hice fue cerrar la puerta con seguro.
Me acerqué y me agaché
frente a él, desabroché su pantalón y lo dejé caer, baje su trusa y
contemplé su pene, que comenzaba a ponerse erecto. Lo tomé entre mis
manos y comencé a masturbarlo, rápidamente se puso duro, lo acaricié,
jugaba con su cabeza, que comenzaba a mojarse por el líquido
pre-seminal.
Al fin comencé a mamarlo, primero chupaba la cabeza,
como si fuera paleta. La lamía, saboreaba su pre-semen, succionaba, mis
mejillas se sumían cuando lo hacía. Después metí todo su miembro en mi
boca, lamía la base, lo movía dentro de mi boca, trataba rodearlo con mi
lengua. Seguía succionando de vez en cuando. Movía mi cabeza
frenéticamente, sentí sus manos en mi cabeza y eso me hizo seguir
moviendo mi cabeza rápidamente.
Dejé de mamarlo un momento y
comencé a masturbarlo de nuevo, sentía el calor, la dureza y lo
resbaloso que estaba. Escupí un poco en la cabeza y volví a meterlo en
mi boca, no me movía, quería sentir como palpitaba dentro de mi boca,
sentía el calor, el sabor ácido de su pre-semen me excitó y volví a
succionarlo.
Al fin después de unos minutos los chorros espesos
comenzaron a golpear mi paladar, otros golpeaban mi garganta casi
directamente. Los últimos corros caían directo en mi lengua, dejé de
mamarlo, su pene aun palpitaba, se movía de arriba debajo de una manera
muy curiosa. Yo, aun en cuclillas abrí mi boca y le mostré su semen. Me
lo tragué y limpié mi boca en el lavamanos. El se subió su pantalón de
nuevo y cuando estuvimos seguros que no teníamos ninguna evidencia de
nuestra fechoría, abrí la puerta y salí con cuidado del baño.
Volví a la cena y un minuto después llegó él, sonreímos al vernos y seguimos pasando un buen tiempo en la cena.
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